viernes, 24 de abril de 2020

Lactancia y prematurez


Lactancia y prematurez.

La prematurez es un problema de salud pública que afecta a más de 200 mil niños al año y gracias al avance tecnológico se ha logrado una sobrevida en niños muy pequeños e inmaduros con límites de viabilidad de 500 g y 24 semanas de gestación (SDG).
Se clasifican los niños prematuros en los que nacen de menos de 37 SDG con peso que varía entre 1500 a 2500 g. Los bebés prematuros con muy bajo peso están entre 500 y 1500 g y 24 SDG.
La incidencia de esta condición se da en aproximadamente 10% de los nacidos vivos pero la mortalidad puede aumentar hasta el 75% y los que sobreviven presentan alguna discapacidad en diversos grados hasta un 50%. Es difícil hacer un seguimiento estándar de estos niños ya que no hay gráficas específicas y el seguimiento que se da es individual con edad corregida. Las metas en el manejo del paciente prematuro son:
Lograr un crecimiento similar al intrauterino.
Evitar la morbilidad asociada a la alimentación.
Lograr un desarrollo físico y neurológico óptimo.
Por esta razón, la leche materna de las madres prematuras se ha estudiado a mayor profundidad y se han encontrado variaciones interesantes en cuanto a características y cantidades dependiendo de la capacidad, madurez y metabolismo de acuerdo a las SDG. Existe la creencia que la leche materna de estas madres requiere fortificación cuando la realidad es que no se alimenta con frecuencia al bebé ya que no se debe hacer con horario establecido sino casi como infusión continua.



Todavía está la creencia que la principal meta para el bebé prematuro es una ganancia rápida de peso así que suelen dar fórmulas para que esto ocurra. Sin embargo, como no se toma en cuenta la inmadurez gastrointestinal que el bebé tiene, con un tubo permeable a macromoléculas, hipersensibilidad a estímulos pro inflamatorios y mayor vulnerabilidad a infecciones; se ha demostrado a través de evidencia científica que evitar el uso de fórmulas nos ayuda prevenir infecciones hospitalarias, enterocolitis necrozante, neumopatía crónica, intolerancia a la alimentación enteral y retinopatía del prematuro.
La enterocolitis necrozante aumenta de 6 a 10 veces cuando se usa fórmula en lugar de leche materna y aún en combinaciones con esta presenta una incidencia tres veces más alta por ello es importante fomentar el contacto piel-piel y fortalecer el vínculo madre-bebé-padre. En cambio con la alimentación trófica con leche humana favorece el desarrollo del tracto gastrointestinal y hasta ahora no se han reportado efectos indeseables.

¿Qué estrategias se deben seguir en la alimentación del bebé prematuro?

  • Informar a la madre de la suma importancia que tiene su leche para el desarrollo y la salud de su bebé.
  • Enseñar como se extrae manualmente, se almacena y conserva la leche.
  • Iniciar la nutrición enteral trófica con calostro.
  • Se puede usar leche fresca o conservada (menor a 48 horas) en caso de no tenerla se podrá usar leche congelada.
  • Favorecer la succión no nutritiva gracias al contacto piel con piel. Evitar el síndrome de confusión que se puede dar con el uso de biberones o chupones.
  • Tener en cuenta siempre que la leche materna se absorbe muy rápido (aprox 90 minutos) para saber que tanta frecuencia darle de comer al bebé.
  • La organización de grupos de apoyo, entre madres que puedan pasar por situaciones similares es de gran apoyo ya que aumenta la empatía, la confianza y disminuye los sentimientos de culpa en las madres.

Existen fortificadores para la leche de madres muy prematuras y se han observado efectos benéficos a corto plazo pero no a largo.
El alimento adecuado a la edad, el aporte de los nutrientes esenciales y la estabilidad y organización cerebral que dan el método piel a piel, permiten que el coeficiente intelectual sea mejor y se ha probado que a los 10 años de edad los niños prematuros que fueron amamantados tienen una inteligencia superior a los que se manejan de forma tradicional.

BIBLIOGRAFIA
1. Gottfried et al., 1984; Duxbury et al., 1984; Peters, 1992
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6. very preterm infants. Acta Paediatr 1999; 88(12):1402-1404.62

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